Son curiosas las raíces mayas que tiene la Semana Santa en Guatemala. Algunas de estas son coincidencias sorprendentes.
Al respecto, estas ayudaron a que la celebración encontrara relación con las creencias de los nativos americanos.
Una de esas similitudes es que en la época precolombina se usaba un palanquín, una especie de andarilla para llevar en ella a personas importantes y soberanos.
Un ejemplo es el Vaso de Ratinlinxul, de Alta Verapaz, donde aparece pintada una procesión con un noble sentado sobre un tipo de cesta y hombres que la sostienen sobre sus hombros.
Además, detrás de ellos se observan cinco músicos, unos con instrumentos semejantes a trompetas y otros con chinchines o sonajas.
Asimismo, en un dintel de madera del Templo I de Tikal hay una escena esculpida en la que un señor divino (Chol K’ul Ahaw) está sentado sobre un anda, y es llevado en hombros.
Pero más allá de los usos mayas, lo curioso es que de ellos se heredaron ciertas características, como el uso de dosel y bolillos.
En los diseños españoles, estos elementos no existían, pero luego se fusionaron con los prehispánicos.
En la época prehispánica, las alfombras eran un homenaje a los señores principales cuando estos pasaban sobre sus palanquines.
Estas procesiones rituales eran acompañadas de pitos, caparazones de tortuga, tambores, raspadores de hueso, caracoles y tubulares hechos de caña.
Además de las andas y alfombras, es el uso de la cruz, para simbolizar los cuatro puntos cardinales.
En las plazas era común ver este símbolo cristiano.
Por esa razón, sus plazas y poblados seguían un diseño cuadriculado. El gobernante siempre se paraba en medio de la plaza.
En cuanto a la cruz, cabe recordar que no es de origen judío ni cristiano. Fue un instrumento de tortura importado por los romanos, que lo tomaron de otras culturas.
Como simbolismo de purificación, los mayas ayunaban en los cinco días finales de su calendario, así como para festividades especiales, afirman historiadores.
Aparte de la cruz, los nativos también asimilaron los símbolos de la Pasión, como la corona de espinas, la Virgen de Dolores y la Trinidad. Esto, porque en visión del mundo y el universo también había deidades masculinas y femeninas.
Así, la Semana Santa guatemalteca se nutrió de todo este colorido tropical ancestral e incorporó elementos hispánicos. Esto la hace más rica y simbólica de lo que imaginamos.
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