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Cristian y su familia migraron de Jalapa a la capital en busca de mejores condiciones de vida, pero por la pandemia sus papás perdieron sus empleos y ahora venden dulces por las calles y avenidas de la zona 1 como una forma de salir adelante. Pese a estas circunstancias este niño no renuncia a su sueños de lograr algún día convertirse en médico y bombero.

Don Amílcar está consciente que a sus 8 años Cristián no debe trabajar, sin embargo la situación ha empeorado ya que el negocio donde trabajaba cerró a causa del confinamiento y desde entonces ha quedado desempleado. Junto a ellos el segundo hijo también los acompaña pero éste no puede caminar debido a una discapacidad física.


Amílcar Salazar, Padre de familia señaló «Estaba en un restaurante Chino y cerraron y me quedé sin trabajo, yo me siento mal cargándolos porque ellos no son los culpables pero la verdad es de que es necesidad desgraciadamente que no tengo trabajo y ando luchando por buscar otro trabajo pero no lo encuentro»


Cristian y su papá generan 30 quetzales en un día pero eso depende de la bondad de las personas que van por las calles o los conductores. Sin embargo, no son suficientes para completar los gastos conformados entre alimentos y medicinas.


Entre los peligros de la calle y la indiferencia de muchos la vida de estos menores y su familia transcurre día a día , ellos sueñan que el mañana sea mejor.