De acuerdo a las escrituras bíblicas, María Magdalena acudió al amanecer del domingo al sepulcro de Jesús, crucificado el viernes, llevando consigo material para ungir su cuerpo. Al llegar, se encontró con la sepultura entreabierta.
Supuestamente un conejo, que quedó atrapado en la tumba, sería el primer ser vivo testigo de la resurrección de Jesús, por esa razón, se ganó el privilegio de anunciar la buena nueva a los niños del mundo en la mañana de la Pascua, él es el portador del huevo de chocolate, según un reportaje de la BBC en español.
El huevo, por su parte, es un símbolo de vida y renacimiento.
Pueblos de la antigüedad, como los romanos, propagaban la idea de que el Universo tenía forma oval. En la Edad Media se creía que el mundo había surgido dentro de la cáscara de un huevo.
Más tarde se estableció la costumbre de obsequiarse unos a otros huevos de gallina. Algunos historiadores especulan que esa tradición habría surgido entre los persas, pero otros atribuyen su origen a los chinos.
“Cuando se empezó a celebrar la Pascua cristiana, el rito pagano de festejar la primavera fue integrado en la Semana Santa. Los cristianos, entonces, pasaron a ver en el huevo un símbolo de la resurrección de Jesús”, explica el monseñor André Sampaio Oliveira, doctor en Derecho Canónico.
“No es posible precisar el origen del conejo y los huevos de Pascua. Como máximo se puede saber que no hay una única versión, sino muchas, todas válidas, narradas por diferentes pueblos y culturas”, aclara el doctorando en Historia por la Universidad de Campinas, en Sao Paulo, Brasil, Jefferson Ramalho.
Para la Iglesia católica, el verdadero símbolo de la Pascua es el cirio pascual, una gran vela blanca que simboliza la resurrección de Jesús. En ella están inscritas las letras alfa y omega, la primera y última del alfabeto griego, indicando que el Jesús representa el principio y el final.